
Reclamo mi derecho a AGRADECER.
Desde pequeños se nos enseña a decir “Gracias”.
Se nos enseña incluso a esperar que los demás nos digan “Gracias”.
¡Qué gran error!
¿Por qué no enseñamos a DAR las gracias? Dar és mucho más que simplemente decir.
Decimos gracias desde la cabeza. Racionalmente.
En cambio damos las gracias desde el corazón. Emocionalmente. Porque sí. Porque nos sale de dentro. Porque lo sentimos. Es un agradecimiento incondicional, no una consecuencia esperada por una determinada acción que nos ha favorecido o una ayuda recibida en un momento concreto. Es sincero.
Y tan importante como respirar.
Reclamo el agradecimiento como estilo de vida.
Salgo al balcón al amanecer y miro al cielo. Abro los brazos y doy gracias. Gracias al sol. O a las nubes, da igual. Gracias por el nuevo día que empieza. Gracias por este nuevo día que la vida me ofrece para seguir creciendo, para seguir aprendiendo. Para seguir gozando.
Gracias al aire, al agua. Gracias por todo lo que me rodea y me hace el día más ligero.
Gracias a las personas de mi vida: a las que ya se fueron, a las que están y a las que aún han de llegar. Gracias a las reencontradas y a las de siempre. A las de un día y a las perpetuas. A las que me han apoyado y a las que me han ignorado. Gracias a todas ellas. Las he necesitado todas ꟷsin excepciónꟷ para llegar donde estoy ahora.
Gracias a mi. Gracias por ser yo misma. Gracias por poder dar las gracias.
Y por encima de todo, gracias a ti. Gracias por leerme y compartir así parte de tu vida conmigo. Gracias por recibir mi agradecimiento de corazón, como yo te lo doy. Gracias por ser como eres.
Gracias por existir.
Gracias.