SABER ESCUCHAR

SABER ESCUCHAR

 

Esta mañana, en los minutos que doy rienda suelta a mi instinto creativo y pongo un bolígrafo en mi mano, me he encontrado escribiendo sobre uno de mis deseos ocultos: saber escuchar.

Sí, si me concediesen la oportunidad de pedir tres deseos, éste sin duda sería uno de ellos.

 

Saber escuchar.

Escuchar de verdad. Con plena atención. Aguzando todos mis sentidos. Aislándome del resto del mundo para sumergirme en esta escucha con plena presencia. Observando las palabras dichas. Leyendo con precisión los silencios. Palpando los gestos. Descubriendo ese destello casi imperceptible en la mirada. Captando cualquier leve cambio bajo la piel.

Escuchar a través de mis oídos, de mis manos. De mis vísceras.

Mis funciones vitales reducidas al máximo para poder dirigir toda mi energía y mi intención a esta tarea. Entregada en cuerpo y alma al placer —sí, es un placer— de la escucha.

Escuchar deteniendo el tiempo. Sin reloj, sin alarmas. Sin prisas. Escuchar ignorando el espacio. Sin prestar atención al fondo, al decorado. Borrando cualquier indicio de interrupción posible.

Escuchar con mi mente limpia. Sin juicios, sin prejuicios. Sin suposiciones, sin expectativas. Sin precipitadas conclusiones. Escuchar para entender. Escuchar para comprender.

Escuchar desde el amor. Con la actitud amorosa de quien agradece compartir. Con la actitud amorosa de quien quiere aprender.

Escuchar desde el respeto. Desde la comprensión y la compasión. Desde las profundidades de mi ser y hasta el fondo del abismo final.

 

Saber escucharME.

Sí, escucharme del mismo modo a mí misma. Prestarme esta misma atención, teniendo plena consciencia de ello.

Escucharme como se escucha a la amiga, a la hija. A la persona amada. Escucharme cuando nadie más me escucha. Escucharme como nunca antes me han escuchado.

 

Lo he decidido. Saber escuchar así es uno de los deseos que voy a concederme.

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