
SUÉLTALO.
Deja de darle vueltas y más vueltas. Se acabó.
¿Para qué quieres revivir una y otra vez ese episodio que te dolió? Solo consigues sufrimiento. Si no lo sueltas y te liberas de él, se convierte en una piedra en el zapato —mayor a cada paso— hasta que no te deja avanzar. Deja que se cierre la herida. Depende de ti.
¿Y para qué revivir una y otra vez esa otra historia tan fascinante? Ya la disfrutaste. Suéltala también. Sí. Ya hizo su efecto. Ahora deja sitio a otras experiencias que aún están por llegar. Si insistes en anclarte al pasado te vas a perder todo lo que intenta llegar a ti y no ves. ¿Cómo puedes verlo si estás en otro sitio?
El pasado ya no existe.
Entonces ¿el futuro? El futuro nunca llega. No quieras controlarlo. Pierdes el tiempo.
Deja sitio al presente. El eterno presente donde sucede todo. Deja que fluya. Pon en él tu atención plena. Los cinco sentidos. Empápate del momento y disfrútalo. Aquí. Ahora. No hay nada más. No tienes nada más. No has tenido nada más. Ni tendrás nunca nada más. El resto solo son pensamientos, ideas, preocupaciones, recuerdos, anhelos. Nubes que enturbian el paisaje. Interferencias en tu vida.
Ábrete. Date la oportunidad de vivir. Sí, de vivir. La vida es este instante. Es esto. Deja que todos los poros de tu piel se den cuenta de ello. Que nada te distraiga. Deja espacio a las sensaciones. Escucha. Admira. Siente. Toca. Contempla. Déjate sorprender. La capacidad de sorprenderme constantemente es, tal vez, el único tesoro que no quiero perder. La última experiencia que quiero dejar de vivir. La cualidad que no dejo que nadie me niegue.
Sorpréndete tú también. Sorpréndeme.
Sorprendámonos juntas.