
TIEMPO
¡Cuántas veces me he dicho “no tengo tiempo”!
No tengo tiempo para leer, no tengo tiempo para escribir, no tengo tiempo para cocinar, no tengo tiempo para hacer, no tengo tiempo para no hacer, no tengo tiempo para pensar, no tengo tiempo para acabar, no tengo tiempo para empezar, no tengo tiempo para construir, no tengo tiempo para descansar…
Y la peor frase de todas: “No tengo tiempo para perder”.
Perder.
Solo puedo perder lo que me pertenece. Y el tiempo no me pertenece. El tiempo no es mío.
El tiempo ES. Y basta. El tiempo me es dado para disfrutarlo.
Tiempo.
¿Qué es el tiempo?
Einstein decía que el tiempo es relativo. Ciertamente.
Siempre tenemos tiempo para las cosas que nos gustan. Siempre tenemos tiempo para las personas que amamos. Siempre tenemos tiempo para nuestras pasiones.
El tiempo es una cuestión de prioridades, no de minutos.
“Te espero
y los minutos se me hacen horas
(y las horas son eternas).”
El tiempo es largo y lento cuando espero. Anhelo que pase rápido.
Y a la vez es breve y huidizo cuando disfruto. Entonces desearía pararlo. Congelarlo.
El tiempo trata de deseos, no de relojes.
Ahora sentimos que se nos ha regalado tiempo, cuando solo nos han robado las excusas.
Ahora no hay excusas.
Tengo tiempo.
Tienes tiempo.
Tenemos todo el tiempo del mundo.
Empecemos, pues, a darle buen uso. No nos apresuremos a llenarlo con cualquier cosa. Paremos y hablemos con calma. El diálogo interior, pausado y auténtico, nos dirá realmente aquello que deseamos. Saldrán grandes sueños. Saldrán deseos, desde los más banales hasta los más escondidos y secretos.
No descartemos ninguno.
No descartes ninguno —yo no voy a hacerlo—.
Ordénalos y empieza. Ahora, sí. ¿Por qué no? ¿Hay mejor momento que éste?
El tiempo solo nos pone una condición para que lo disfrutemos: Hacerlo siempre en PRESENTE.